Eso me dice muchas veces un gran amigo,
Alberto Busto, sacerdote Pasionista de casi 90 años y que fue profesor
mío a primeros de la década de los 70. (Prefiero no recordar que edad tenía yo
en aquel momento).
En la vida estamos obligados a tomar
decisiones todos los días, unas son más trascendentes que otras, pero son, al
fin y al cabo, decisiones. Desde cual va a ser el menú de hoy, cuál va a ser el
vino de la casa o el turno que voy a ponerle a tal o cual empleado, hasta
decidir si invierto o no en esto o aquello, si amortizo o no, si contrato o no…
La cabeza tiende a decirnos que hagamos
las cosas con lógica, con racionalidad, como las hacen muchos de los que están
a nuestro lado desarrollando actividades similares a la nuestra. De esa manera
es difícil pensar que nos vamos a equivocar, estamos haciendo las cosas bien
porque así se hacen, porque así las hacen los demás, porque así lo hacen los
que ganan dinero…, así cuando no salgan los resultados esperados siempre
podremos echarle la culpa a la dichosa crisis y no a nuestro buen o mal hacer,
a nuestra falta de iniciativa, o a
nuestro vértigo al cambio y al riesgo. De esta manera no tendremos que aguantar
a las legiones de “opinadores” gratuitos que nos dirán que nos equivocamos, que
si esa idea fuera buena ya la habrían puesto en práctica otros…
Cuando nació Pretextos había algo de esto detrás, ¿por qué voy a comercializar un vino como todos
los demás, contando lo bueno que es, con que marida, en qué tipo de roble ha
sido envejecido, o cual es la edad de las plantas de las que procede la uva con la que
se elabora?, ¿a cuanta gente realmente le importa esto?. Yo opté por un modelo
diferente, por contarle a mis potenciales clientes historias bonitas, con
corazón, que les pusieran un poco la carne de gallina, que les emocionaran. (O
al menos eso intentaba). Para contar lo que cuentan el 99,5% de las marcas ya
tenía Vinos Con Medalla, que solo vendía vinos buenos, con premio
o más
de 90 puntos y a módicos precios. Era la hora de innovar de hacer algo
diferente de tirarse a la piscina.
Ha pasado algo más de un año y ayer, la
persona que lleva la contabilidad de mi
pequeño proyecto, me llamó para decirme que había cerrado las cuentas y que
había dado beneficios. Casi nada, pero beneficios. Me anima, porque es el
premio al esfuerzo, a las horas sin dormir, al tener que explicar una y mil
veces de que va mi cuento, a dar conferencias y participar en mesas redondas
aquí y allá gratis, sin beneficio económico, solo agradeciendo la posibilidad
que me dan de poder contar lo que estoy haciendo, lo que trato de construir.
Tomemos las decisiones con el corazón, no
puedo aseguraros que os vaya a ir mejor, pero sí, y sin temor a equivocarme,
puedo aseguraros que cuando lo hagáis os ocurrirán dos cosas, la primera:
sonreiréis, la segunda, dormiréis mejor… Posiblemente la mejor tienda online del planeta!!! (Toma, toma toma...). |
Rioja Alavesa - Crianza |
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